Por Aitana Fernández Sogorb
Maestra de Educación Primaria con
mención en Pedagogía Terapéutica
Doctora en Investigación Educativa
Académica del Departamento de Didáctica General y
Didácticas Específicas, Universidad de Alicante (España)
Cuando las relaciones sociales de los estudiantes, tanto entre ellos como con todos los agentes que conforman la comunidad educativa, no están basadas en la tolerancia y la paz, se comienza a desarrollar un clima escolar negativo que puede derivar en ansiedad, comportamiento de rechazo a la escuela e incluso absentismo. Por este motivo, la investigación educativa se está centrando en identificar estrategias eficaces para mejorar la convivencia en las escuelas, habiendo obtenido resultados de gran utilidad que deben ser dados a conocer para su aplicación en la práctica educativa.
Por una parte, los estudiantes se verían beneficiados de la participación en tareas de carácter artístico, en tanto que han demostrado que favorecen el desarrollo de la cultura de paz y no violencia. Así, cuando el alumnado trabaja de forma grupal en la elaboración de composiciones artísticas como murales o esculturas, se le presenta la oportunidad de poner en conjunto las formas de expresión de cada uno, aprendiendo a valorar y respetar lo diferente. Además, al sugerir a los estudiantes que interpreten las creaciones de otros, se les ofrece la posibilidad de reparar en qué piensan y sienten los demás, y de esta forma pueden llegar a comprender, por ejemplo, que el mal comportamiento de algunos escolares puede deberse al miedo o la inseguridad.
Por otra parte, resulta necesario que los alumnos aprendan a observar sus propios pensamientos y comportamientos impulsivos, que son los que en numerosas ocasiones afectan gravemente el clima escolar. Para ello, la meditación se presenta como una de las mejores medidas de intervención, en tanto que los estudiantes desarrollan la autocompasión y la aceptación de sus emociones negativas y experiencias vividas, de manera que al crecer el amor que sienten en su interior lo comienzan a proyectar hacia los demás en sus relaciones sociales.
En definitiva, se debe atender tanto al conocimiento de las personas del entorno como al conocimiento de uno mismo para fomentar las relaciones pacíficas en las escuelas. Sin embargo, esta tarea no debería quedar a cargo únicamente de los docentes, sino también de los padres y demás agentes escolares. En este sentido, resulta imprescindible que todos ellos reciban la formación suficiente para acompañar a los alumnos en este proceso al mismo tiempo que promueven experiencias positivas.
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