Por Dr. Carlos Ossa Cornejo, Académico del Departamento
de Ciencias de la Educación, Universidad del Bío-Bío
Numerosas son las noticias sobre situaciones de violencia ocurridas dentro o cerca de centros educativos; situaciones de acoso sexual, riñas y peleas que involucran armas blancas y de fuego; con estudiantes y docentes. Pareciera que nada de lo que hemos hecho para enfrentar la violencia escolar diera resultado, y esta conclusión superficial y simplista, pareciera ser el resultado de un camino en que la educación chilena, enfrenta los temas complejos: preocuparse de ellos solo cuando suceden, buscar un responsable, aplicar un castigo y seguir adelante, es la naturaleza humana.
Este proceso de responder, remediar, castigar y olvidar es parte de lo que podemos llamar naturalización de los procesos sociales. Se toman las situaciones como si fueran parte de la naturaleza humana, que pueden estar adormecidas, pero en algún momento afloran, hasta que se les adormece nuevamente; una y otra vez, ciclo reproductivo que mantenemos eternamente. Esto es importante, porque permite que la sociedad siga su curso como debe ser, y de eso, nuestra educación sabe bastante.
Un buen ejemplo de esto ha sido la pandemia por COVID 19, fenómeno que impactó nuestras mentes, emociones e interacciones para establecer una forma de vida que nunca antes habíamos tenido; y pese a las dificultades, pudimos enfrentar con efectividad, aunque nunca nos detuvimos a pensar cuánto nos costó esa respuesta, en términos personales, sociales, emocionales y morales. Como sociedad hemos dado poco espacio a hablar de nuestras emociones y nuestras relaciones. Ese mismo poco espacio se lo hemos dado a nuestras/os hijas/as, profesoras/es, asistentes de la educación, madres y padres. No es extraño entonces, que nos topemos con violencia en nuestros centros educativos, si se ha vuelto el mensaje más claro de atención social.
Algo mal hemos hecho como sociedad, si las acciones que generan daño, heridos y tal vez muertos, sean las que despierten la acción social, la política, los medios de comunicación, y las decisiones de directivas escolares. La violencia vende, despierta y nos mantiene alerta. El mensaje contrario; la paz, la solidaridad, la alegría, la esperanza y el amor, lamentablemente no vende, no despierta y no genera atención. Esto último pareciera ser un estado irreal, ajeno a nuestra humanidad, que nos lleva a pensar que es algo bonito, pero ficcional que no corresponde a nosotros/as. Y en este sentido ¿Cuál es el mensaje verdaderamente correcto?
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